miércoles, 24 de abril de 2013

LA ESCLAVA INSTRUIDA


Este fragmento de "La esclava instruida" se leyó con motivo del día del libro en Zalacaín. 

Primero, agradezco a Isabelle que contara conmigo para tan emotivo evento. Gracias por el esfuerzo e ilusión que pones en cada cosa que haces.
 
Gustara más o gustara menos este fragmento a los asistentes (no sólo el sentido de las palabras, sino también cómo lo leyera una servidora), el caso es que debo decir (y lo digo tremendamente orgullosa) que el trasfondo, el alma, la esencia de ese fragmento tan difícilmente escogido llegó de seguro a dos personas que en la sala se encontraban. 
Cuando acabé de leer y aquellas dos chicas -jovencísimas- me pidieron con los ojos llenos de júbilo la reseña de aquellas palabras que modestamente leí, supe que estaba ante dos nuevas devotas de esa maravillosa novela. Sé que José María estaría orgulloso. 

Yo, por mi parte, me siento feliz. Gracias.





Después, rendida, rendido, nos quedamos el uno junto al otro, acariciando débilmente con nuestros dedos nuestros cuerpos. Encendí un cigarrilo, te lo puse en los labios y encendí otro. Te contemplé junto a mí, espléndida, brillante de sudor y saliva y semen, con el pelo revuelto y los ojos cerrados, abrasada por el placer; me vino a la cabeza una palabra, gallega, la más hermosa que conozco, para significar el brillo de la Luna sobre las aguas: “ardora”. Y esa belleza, esa criatura excepcional que yo había modelado en lo grandioso, era mía, “quería” ser mía. Y esa mujer magnifica me deseaba, me amaba. Abriste tus ojos, tu boca se estremeció y me besaste, y yo supe que todo estaba bien, que todo había estado bien, que todo estaría bien.
Me miraste –ah, tus ojos, tiernos, misteriosos, impuros, indiferentes y llameantes- y tus ojos me acariciaron como poco antes lo habían hecho tus labios lamidos, tu lengüecita caliente. Poderosa y descarada, tu fantástico poder resplandecía con la furia de una erupción volcánica en aquella fabulosa complicidad conmigo, tu igual, una sola carne ya para siempre, altar de la sexualidad, del placer, del esplendor. Eras un ser lujoso y depravado y bestial y santo y magnifico. Eras la vida, el rostro más invulnerable y hondo y divino de la vida. Me besaste con un beso largo, inacabable, sin retorno.

-Nunca como hoy has sido el vampiro –me dijiste.

Metiste una cinta con La ofrenda musical a Federico el Grande.


La tarde había caído. La ciudad –fue la primera vez en casi cuatro años que miramos por aquel ventanal- se velaba en un crepúsculo que hacía fantasmales los edificios, y empezaba a iluminarse, nocturna, lejana, fría, incomprensible.

Me levanté.

-¿Quieres una copa?

Me pediste un gin-tonic y empezaste a vestirte. Yo puse el 27 para piano de Mozart.

-Allí está todo –te dije-. Todo lo que sabía. Todo lo que era.

Me miraste. Miraste por el ventanal mientras bebías tu gin-tonic. Después, como Greta Garbo en Cristina de Suecia, acariciaste los muebles de aquel apartamento, las paredes, la cama húmeda y que olía a nosotros. Y mirándome con una sonrisa de absoluta felicidad, de estar ya por completo en paz con la vida, contigo misma, con una sonrisa que por un instante fue toda la dicha, me dijiste, parafraseando dos textos que tú muy bien sabías cuánto amo yo:

-Quien venga después, reinará como un malvado.

Y, ya en la puerta, te volviste, mirándome, y había amor en esos ojos: “Soy, como la Fatmé Montesquieu, libre por l´avantage de mi cuna, y tu esclava por la violencia del amor”.

Y saliste. Alejandro Magno no llegó tan lejos.

Querida, ya eras indestructible.



José María Álvarez

 

martes, 9 de abril de 2013

PALABRAS PARA NOELIA ILLÁN (Museo Ramón Gaya, 14 Marzo 2013)


Agradecida a Ángel por sus palabras, y por más cosas que él sabe. Gracias por estar a mi lado.
 


 
Para principios del pasado año 2012 me parecía ya mucho lo que
yo había oído hablar de Noelia Illán, pero en realidad ese mucho
era muy poco y muy disperso como para poder, atando cabos,
hacerse una idea cabal de esa persona, de cómo y de quién era,
de qué hacía, de qué aspecto tenía o cómo se comportaba. Ni
siquiera algunas fotos en facebook, de actos a los que yo no
había podido asistir, me llegaban para ponerle en mi imaginación
movimiento y voz a asas imágenes, para ponerle al brillo de esos
ojos matices verdaderos, esos que van cambiando según nos dé
la luz en ellos a lo largo del día. Y opiniones, sobre todo
opiniones, no diré que opuestas o contrapuestas, porque estaría
faltando a la verdad —y desde que en noviembre cumplí los 39,
me hice la firme promesa de remediar ese pequeño defecto mío,
el de faltar a la verdad a veces, o no decirla toda, que casi viene a
ser lo mismo—... Bien, decía que también (como es obvio,
puesto que en poesía casi siempre somos pocos y a veces peor
que mejor avenidos --y esto es algo que pasa en todas partes, de
España, de Norteamérica y del resto del extranjero, que conozco
bastante menos pero me imagino muy similar), decía, repito, que
también había oído opiniones acerca de la obra o la persona, o
relatos de ésta o aquella anécdota, en las que ella era personaje
secundario para mi interlocutor o interlocutora del momento,
pero para mí, desde que se mencionaba su nombre, el resto
dejaba de importar y mi memoria se esforzaba por conservar los
pocos datos que tuvieran relación directa con ese personaje
secundario. (Haré un pequeño excursus: como saben todas y
todos los que me conocen, ser enormemente cotilla es otro de
mis pequeños defectos, pero éste no me toca hacer la firme
promesa de remediarlo hasta que cumpla los 40). Fin del
excursus, y vamos a lo importante: todo ese estado de cosas,
todo ese comecome y regomello mío con la identidad real de
Noelia Illán, iba a solucionarse muy pronto, porque bien entrada
la primavera del pasado año, en mayo concretamente, aparecía
en el número 30 de la revista digital El Coloquio de los Perros un
poema suyo de este libro, Vocabulario mínimo, y además, el
viernes 11 de ese mismo mes de mayo la Asociación Diván, con la
que colaboro casi desde sus inicios, había organizado una
presentación de este su primer libro, Calamidad y desperfectos.
Era en realidad la segunda, porque un par de meses antes (el
viernes 9 de marzo, creo) había tenido lugar una presentación
del mismo también en Cartagena, pero en la Biblioteca Rafael
Rubio de Los Dolores.
En esa presentación organizada por la Asociación Diván en la
librería Ler (que estaba situada entonces en la Plaza Castellini, no
al principio de la calle del Carmen, donde se encuentra ahora),
decía que en esa presentación fue donde tuve la oportunidad de
conocer al terremoto que veis sentada aquí a mi lado, o quizás
debería decir al huracán, primero porque los americanos, que
para esto son tan suyos como para casi todo lo demás, le ponen
nombre de mujer a la mayoría de los huracanes que cada año
azotan con mayor o menor impacto sus costas, y segundo
porque, para bien o para mal, huracán y no terremoto es lo que
rima con Illán. La impresión en aquel primer encuentro fue
buena o muy buena, y ha ido yendo a muchísimo mejor —yo
diría que irremediablemente— conforme han ido pasando los
meses y hemos ido encontrándonos en actos, tomándonos
cervezas en las barras o fumando en la calle juntos... Y si la
impresión física fue buena, debo decir que la literaria también. 
Ella se gasta un desparpajo que me encanta, porque muchas
veces estos actos —aunque nosotros intentemos lo contrario—
quedan bastante encorsetados, pero en medio (y detrás, y
delante) de ese desparpajo y de esa forma tan llana de contar y
de leer, yo prestaba atención y oía latir el corazón de una poeta
que parecía usarlo para camuflar su propio miedo escénico (y sé
de lo que hablo, porque llevo 25 años subiéndome a escenarios o
poniéndome detrás de mesas para leer, y cada vez sigo estando
tan nervioso e inseguro como la primera, y se me seca la boca, y
me equivoco a veces, en fin, que nada de eso me es ajeno ni se
me escapa cuando lo veo en otros colegas de vocación o de
oficio o como prefiráis llamarlo). Repito, la impresión literaria fue
también positiva o bastante positiva en ese primer contacto,
pero fue mucho mejor incluso cuando tuve en las manos este
ejemplar del libro, que ella dedicó al Diván en aquel acto, y no ha
dejado de crecer desde entonces...



Ángel Paniagua



lunes, 8 de abril de 2013

HISTORIA DE O




Entonces enloquecimos.
Rimbaud

A.R.


La horizontalidad de la carne
buscando otra carne,
la combustión de una sábana
mezclada de jugos.
Luego,
tras la calma del encuentro,
se acerca sigilosa la serpiente,
para cerrar despacio la boca
con un beso circular.
Es entonces
cuando el cuerpo da sentido
a la vida.






domingo, 7 de abril de 2013

EXILIO




 Escribo en el olvido, en cada fuego
de la noche cada rostro de ti.
Juan Gelman



Vuelves de tu exilio por fin,
sin condena ni ostracismo,
mientras yo he ido
las horas por minutos deshaciendo,
al Olvido destinada,
incrustada entre paréntesis,
esperando del Egeo
los barcos que te traigan.




sábado, 6 de abril de 2013

LO QUE VEN EN MÍ





Llega la confusión.
No puedo hablar.
Shakespeare



Nadie parece ver esa herida primordial
que aún late,
ni el melancoholismo que
me aterra.
De mi descenso a los infiernos
no se recuerda nada,
o poco.
Y como Bela Lugosi,
creo que soy
lo que los demás
ven en mí.