Las heridas llenas de pus,
y a veces cercenados.
Los cadáveres se amontonan
en calles, rincones y plazas.
Los padres no entierran
a sus hijos por miedo a enfermar.
Nadie toca la carne podrida
de seres queridos ni amantes.
La sangre seca rezuma
el hedor de la muerte.
Vuelve por donde has venido.
Es la peste de Tucídides.
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